Semana 3 | Día 1 |Ten Misericordia de Mí, Un Pecador.

Mandamiento:

“No juzguen y no se les juzgará. No condenen y no se les condenará. Perdonen y se les perdonará.¿Por qué te fijas en la astilla que tiene tu hermano en el ojo y no le das importancia a la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame sacarte la astilla del ojo”, cuando tú mismo no te das cuenta de la viga en el tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás con claridad para sacar la astilla del ojo de tu hermano”. Lucas 6:37, 41-42 (NVI)

Leer:

A algunos que, confiando en sí mismos, se creían justos y que despreciaban a los demás, Jesús les contó esta parábola: Dos hombres subieron al Templo a orar; uno era fariseo, y el otro, recaudador de impuestos. El fariseo, puesto en pie y a solas, oraba: “Oh Dios, te doy gracias porque no soy como otros hombres —ladrones, malhechores, adúlteros— ni como ese recaudador de impuestos. Ayuno dos veces a la semana y doy la décima parte de todo lo que recibo”. En cambio, el recaudador de impuestos, que se había quedado a cierta distancia, ni siquiera se atrevía a alzar la vista al cielo, sino que se golpeaba el pecho y decía: “¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador!”.

Les digo que este y no aquel volvió a su casa justificado ante Dios. Pues todo el que a sí mismo se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido. Lucas 18:9-14 (NVI)

Reflejar:

Hace tiempo, cuando empecé a redescubrir a Jesús y lo que enseñaba, sin querer comencé a hacer una especie de lista de cosas que debía y no debía hacer para ser un "buen" cristiano. Este conjunto de comportamientos aceptables se quedó en mi mente y se convirtió en la vara con la que medía a los demás. Me parecía mucho al fariseo que se jactaba ante Dios y al mismo tiempo menospreciaba y juzgaba al recaudador de impuestos. Mantenía una especie de línea de conducta aceptable, participaba visiblemente en todas las actividades "religiosas" que ofrecía la iglesia, y miraba con desdén a quienes no hacían lo mismo. En lugar de crecer en gracia y compasión, sentía que mi corazón se iba volviendo más rígido hacia aquellos a quienes juzgaba como "pecadores". Estaba tan ocupado encontrando faltas en los demás que no veía, o más bien, me negaba a ver los errores grandes en mi propia vida. ¿Te sorprende que pocos de mis amigos y familiares hayan llegado a conocer a Jesús a través de mí?

La gracia de Dios me ha mostrado un camino diferente. Una y otra vez, Él me invita a ser más como el recaudador de impuestos, que reconoce sus fracasos y debilidades ante Dios. No ha sido fácil deshacerme de esa actitud crítica hacia los demás. Aún hay mucho por trabajar en mí.

Reaccionar:

¿En qué formas te has comportado más como el fariseo que como el recaudador de impuestos? ¿Con quién te identificas más? ¿Cómo te gustaría que Jesús transformará tu corazón?

Orar:

Dios, ten misericordia de mí, un pecador. Amén.