Semana 2 | Día 3 | Las manos del alfarero

Mandamiento:

Ustedes deben orar así:

“Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,

venga tu reino,
hágase tu voluntad
    en la tierra como en el cielo.

Mateo 6:9-10 (NVI)

Leer:

A pesar de todo, Señor, tú eres nuestro Padre; nosotros somos el barro, y tú el alfarero. Todos somos obra de tu mano. Isaías 64:8 (NVI)

Reflejar:

No es cómo empiezas; es como terminas. Un trozo de barro no parece gran cosa al principio. Es un montón de tierra húmeda que no parece tener mucho propósito, hasta que el alfarero le pone las manos encima y se pone a trabajar. Si Dios no nos moldea y forma como su creación única, no podemos desarrollar nuestro propósito y diseño divino. Hay un proceso que debe llevarse a cabo para crear una obra maestra en nosotros desde la formación hasta el fuego.

Recuerdo una clase divertida de cerámica que tomé con un amigo, donde noté paralelos entre el proceso de la cerámica y las manos de Dios obrando en nuestras vidas. Rápidamente me di cuenta de que tenía que usar manos suaves para formar lentamente el barro. No podía ser duro con mis manos o lo aplastaba. El tiempo lo era todo y el proceso no podía apresurarse. Si tratara de construirlo más alto de inmediato sin establecer una buena base, se derrumbaría. Las manos suaves de Dios nos moldean y forman para cumplir con nuestro propósito divino. Siempre es paciente con nosotros y su sincronización siempre es perfecta. Nosotros actuamos al contrario, tendemos a ser impacientes, tratando de lograr las cosas a nuestra manera o en nuestro tiempo. Aún podemos evitar una parte crucial del proceso de refinación de Dios que ocurre cuando pasamos por pruebas en la vida. Al igual que con el barro refinado en el fuego del horno, el proceso de refinado de Dios nos fortalece.

Somos un trabajo constante en progreso. Al igual que el barro, Dios nos creó del polvo, pero ese no es nuestro diseño final. Somos su obra maestra. Dios hace todo hermoso en su tiempo. Porque Él ha puesto la eternidad en el corazón humano. Eclesiastés 3:11 (NVI) Afirmémonos en la promesa de Dios y confiemos en Él sabiendo que si el producto no es bueno, Dios no lo ha terminado todavía.

Reaccionar:

Al ser formado, ¿estás siendo influenciado por expectativas mundanas o las heridas del pasado? ¿Estás confiando en el tiempo y el proceso de Dios?

Orar:

Gracias, Padre, tus planes para mí son para bien y no para dañarme. Gracias por darme la esperanza de que aún no has terminado conmigo. Te entrego mi vida todos los días y te invito a hacer tu voluntad en mí ya través de mí.