Semana 2 | Día 3 | Misericordia de mi Padre

Mandamiento:

“Ofrécele también la otra mejilla.” Mateo 5:39 (NTV)

Leer:

“Por eso el Señor los espera, para tenerles piedad; por eso se levanta para mostrarles compasión. Porque el Señor es un Dios de justicia. ¡Dichosos todos los que en él esperan!” Isaías 30:18 (NVI)

Reflejar:

Saqué una cantidad significativa de dinero de la cartera de mi papá una mañana. Era mi turno de invitar a mis compañeros de tercer grado a un refrigerio durante el recreo. Por la noche, papá nos preguntó a mi hermano y a mí si sabíamos algo sobre el dinero perdido. Mi hermano, por supuesto, no sabía nada. Mentí. Sugerí que tal vez la niñera lo había tomado. Bueno... ella no tomó el dinero. Mi papá me excusó de su habitación, le pidió a mi hermano aterrorizado que fuera a buscar su cinturón.

Cuando salía de la habitación, mi papá le dijo a mi hermano: “Bueno, ya que eres el mayor y nadie quiere confesar, tendrás que asumir la responsabilidad”. Mi mente imaginó lo que significaba “asumir la responsabilidad”. Papá era un disciplinario y, aunque nunca nos castigó corporalmente, definitivamente hubo momentos en los que pensé que lo haría. Este fue uno de esos momentos.

Rápidamente me di la vuelta y le grité a mi papá: “¡No! ¡Fuí yo! ¡Yo tomé el dinero!” Me preparé para, al menos, que mi papá me gritara y me quitara mis privilegios, y en el peor caso, usara el cinturón conmigo. Tampoco sucedió. En cambio, mi papá me acercó, me sostuvo en sus brazos y susurró: “Todo lo que tenías que hacer era decirme la verdad”. No sé por qué esperaba menos de mi padre. Aunque crecí en un hogar muy estricto, ninguno de mis padres recurría al castigo corporal. Pedirle a mi hermano que agarrara el cinturón fue realmente solo una estratagema, sí, ciertamente una mala estratagema. Nunca tuvo la intención de usarlo. Él ya sabía que yo había tomado el dinero. En lugar de tomar mi acto como una ofensa personal hacia él, aprovechó la oportunidad para compartir una lección conmigo. Mirando hacia atrás, veo que mi padre solo quería que confesara y confiara en que él era misericordioso.

Reaccionar:

¿Cuáles son algunas de las cosas que le ocultas a Dios por temor a ser castigado? ¿Qué tal si confiesas ahora lo que Él ya sabe y ves qué pasa?

Orar:

Dios, gracias porque incluso en nuestro descarrío nos has sostenido en tus brazos y nos has mostrado misericordia. Ayúdanos a mostrar el mismo tipo de amor hacia aquellos que nos han ofendido.